Ella se mira al espejo. No consigue verse. No ve nada delante de sí misma. Llora y se pregunta qué le ha pasado. Está perdida, no se encuentra, se siente bloqueada y no sabe qué camino tiene que tomar.
Lo tiene todo, familia, trabajo, dinero, casa y todavía se pregunta qué le pasa. Porqué no es capaz de disfrutar de la vida. Se siente culpable por ello. ¿Cómo es posible que teniéndolo todo no es feliz? Piensa que después de todo lo que le ha dado la vida, ella no es capaz de agradecer. Sigue delante del espejo y no puede hacer otra cosa más que llorar, preguntándose cómo ha llegado a esto.
Escuchó muchas veces “no lo vas a conseguir”, “este es camino que debes seguir”, “no vayas por ese camino”, “lo mejor para ti es…”, “tienes que estudiar lo mismo que tu padre o madre”
Estas son las frases motivadoras que ha escuchado durante su vida. Una vida dirigida, condenada a no pensar por sí misma, dando un alto valor a la lealtad de su entorno para no defraudar. Siente que no merece lo que tiene, se siente atrapada.
Poco a poco sintió que iba perdiendo su vida, viviendo la vida de los demás. Ahora no sabe quién es, qué es lo que le gusta o a qué se quiere dedicar. Por amor le dio el poder de su vida a los que le rodeaban porque todos sabían mejor qué es lo que le convenía.
Lo que queda de ella es una persona que cumple con todas sus obligaciones, muy responsable, pero muy lejos de lo que quería ser, lejos de todos los sueños que quería conseguir.
Se volvió a mirar al espejo, y seguía sin ver su rostro. Apenas veía una pequeña luz que se iluminaba detrás de ella. Una luz que le permitió ver su interior. Sintió un leve escalofrío, el cual le llevó a su niñez. Vió a esa niña feliz, juguetona, tímida, pero segura. Una niña que jugaba a ser mayor, con ilusión, con sueños. Sintió la fuerza de la niña, una fuerza que se apoderaba de su cuerpo. Quería recuperar a esa niña. Recuperar su fuerza interior, porque sabía que la tenía. Una fuerza que le iba a ayudar a recuperar su yo verdadero. Tomó la decisión de tomar el poder de su vida y que nadie más le dijera lo que estaba bien o mal.
Poco a poco, esa luz que apenas se podía ver, se fue haciendo más y más luminosa. Fue cubriendo todo su cuerpo, hasta que se vió envuelta en luz. Se sentía fuerte, tranquila, más segura de sí misma. Se sentía capaz de tomar decisiones, de tomas las riendas de su vida.
Seguía frente al espejo, su rostro se fue dibujando, su sonrisa fue apareciendo frente al espejo. Al fin consiguió reconocerse. Veía a una persona luminosa, fuerte, capaz de hacer frente a lo que se propusiera.
En la medida que tomamos el control de nuestra vida, aparece nuestro verdadero YO. Encuentra el hilo de fuerza que te motive para conseguirlo.
Águeda Torres